Introducción
El Concilio Vaticano II, celebrado entre 1962 y 1965, ha sido objeto de críticas y rechazo desde su conclusión, especialmente por parte del obispo francés Marcel Lefebvre y sus seguidores. Estos grupos son fervientes defensores de las misas en latín y de los lineamientos del Concilio de Trento. Lefebvre se rebeló contra el Papa Pablo VI y fue declarado cismático en 1975, es decir, se separó formalmente de la Iglesia Católica.
Esta corriente ultraconservadora ha adoptado la forma de una “teoría de la conspiración” en ciertos sectores de obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, que buscan imponer y revivir las resoluciones del Concilio de Trento y la misa, hoy conocida como “tridentina”, así como el uso del latín como la única forma válida de celebrar la Eucaristía.
Estas ideas han llevado a una división dentro de la Iglesia, y sus promotores han sido acusados de herejía y cisma, precisamente lo que critican de la autoridad eclesiástica actual.
Delegación Ecuménica de Obispos y Delegados Conciliares
Los concilios son convocados por el Papa cuando es necesario definir conceptos dogmáticos, establecer normas de disciplina, modificar la organización de la Iglesia, refutar y condenar herejías, así como actualizar la comunicación de la fe católica a los fieles. Todos los obispos son convocados y tienen la obligación de asistir, a menos que exista una razón de fuerza mayor que les impida cumplir con su deber.
También son invitados los superiores de órdenes religiosas y abades, así como obispos que no tienen a su cargo una diócesis, cardenales y otros delegados, todos ellos con voto deliberativo. Además, hay participantes especiales como príncipes católicos o sus embajadores, delegados de obispos ausentes, y clérigos y laicos con diversas asignaciones. Todos los asistentes están obligados a prestar un juramento de fidelidad a la Iglesia y al Papa, conforme al juramento redactado en 1709 por el Papa Gregorio II.
El Concilio Vaticano II fue el 21.º concilio general o ecuménico celebrado en la historia de la Iglesia Católica. Se llevó a cabo durante el otoño de los años 1962, 1963, 1964 y 1965. En contraste con el Concilio de Trento, que solo tuvo 25 participantes en total y se llevó a cabo entre 1545 y 1563, al Concilio Vaticano II asistieron más de 2,500 padres conciliares, entre obispos, expertos teológicos y otros oficiales y observadores de todo el mundo. Por lo tanto, se le puede considerar un concilio verdaderamente ecuménico y universal.
Problemas Sociales Pre-Vaticano II
Los problemas sociales anteriores al Concilio Vaticano II surgieron a raíz de diversos cambios filosóficos, laborales y sociales que tuvieron lugar entre finales del siglo XIX y mediados del siglo XX. Las corrientes filosóficas como el kantismo, el marxismo, el idealismo alemán, el positivismo, el existencialismo y el feminismo, junto con las dos guerras mundiales que marcaron el inicio y la mitad del siglo XX, fueron indudablemente agentes de cambio en la sociedad moderna.
Entre los miembros de la jerarquía católica que se preocuparon por estos problemas sociales y sus consecuencias en la vida de las personas se encuentra el Papa San León XIII. En su encíclica *Rerum Novarum*, promulgada el 15 de mayo de 1891, advertía sobre los problemas sociales que enfrentaban los trabajadores y su derecho a una vida digna. Además, denunciaba las nuevas corrientes políticas y económicas individualistas que marginaban a los trabajadores.
El Cónclave que Cambió el Rostro de la Iglesia
La muerte del Beato Papa Pío XII, conocido como el Papa de la Segunda Guerra Mundial, estremeció al mundo católico de mediados del siglo XX. Tras su fallecimiento, se llevaron a cabo sus funerales y se convocó a los cardenales, que fueron un total de 53 representantes de todos los continentes, con una mayoría de 35 de Europa y 9 de América Latina. Debido a restricciones impuestas por países comunistas, dos de los cardenales electores no pudieron viajar, lo que limitó el número de participantes.
El cónclave dio inicio el 25 de octubre y concluyó el 28 de octubre con la elección del Cardenal Angelo Roncalli, Patriarca de Venecia, quien tomó el nombre de Juan XXIII. El mundo católico se llenó de júbilo al ver que el humo blanco salía de la chimenea de la Capilla Sixtina, anunciando la elección del nuevo Papa.
A una edad temprana, y gracias a las clases de Religión en mi colegio católico, pude comprender la importancia de este suceso. Años más tarde, no solo experimenté los resultados de esta elección, sino que también tuve la oportunidad de aprender de primera mano sobre la relevancia histórica, litúrgica y vivencial de una fe más accesible para las personas comunes y corrientes como yo, que no vestimos sotana ni hábitos religiosos, pero que hemos sido revestidos y consagrados por la gracia del bautismo como sacerdotes, profetas y reyes.
Sesiones y Comisiones de Estudio
A los padres conciliares se les entregaron los borradores de los documentos y se formaron las comisiones de estudio. Sin embargo, los participantes consideraron que estos borradores no abordaban adecuadamente las problemáticas del mundo moderno ni ofrecían un acercamiento efectivo a otros cristianos.
En la primera sesión, se postpuso la votación para designar a los líderes de las comisiones y se rechazaron las propuestas originales de los documentos. Se propuso, y fue aceptado, formar comités por regiones. Además, los borradores tuvieron que reescribirse de acuerdo con las aportaciones de los presentes, lo que llevó a que esta primera sesión se suspendiera a los 15 minutos de haber iniciado.
Lo que se debe tener en cuenta al leer los Documentos
Es importante prestar especial atención a las cuatro constituciones. Los documentos del Concilio están divididos en cuatro constituciones, nueve decretos y cuatro declaraciones.
Las constituciones abordan cuestiones doctrinales relacionadas con la naturaleza de la Iglesia, mientras que los decretos y declaraciones se enfocan más específicamente en áreas pastorales concretas.
Debemos evitar calificar estos documentos como cambios. El espíritu que los inspira refleja la idea del Papa Juan XXIII de “aggiornamento”, que significa poner al día, así como el concepto de “volver a las fuentes”, que representa la visión de los padres conciliares de modernizar la Iglesia volviendo a la Tradición. (A Concise Guide to the Documents of Vatican II, pp. 1-7)
La Teoría de la Conspiración sobre la Validez y Autenticidad del Concilio Vaticano II y de los Papas del Siglo XX y XXI
Estamos en una época marcada por teorías de conspiración, que, a raíz del ambiente político, han permeado también el ámbito religioso. Algunos proponentes de estas teorías han desarrollado la idea de que ciertos cardenales estadounidenses forzaron la elección del Papa Juan XXIII, argumentando que dicha elección sería ilegítima.
Hoy en día, existen corrientes ultraconservadoras que niegan y predican la invalidez del Concilio Vaticano II. En particular, rechazan sus lineamientos litúrgicos, especialmente la celebración de la Eucaristía en lengua vernácula y las diferentes versiones de las Plegarias Eucarísticas. Sin embargo, es importante señalar que las palabras de la consagración son idénticas en las cuatro versiones diferentes.
Declarar como inválido y herético el Concilio Vaticano II es ilógico y falso. Jamás la Iglesia Católica ha tenido una representación universal tan amplia como en este Concilio. En todo caso, el Concilio de Trento debería ser analizado, ya que la representación de solo 25 padres conciliares en un clero de 1200 es desproporcionada y no refleja la realidad del tiempo de la Reforma, aunque esto sería tomarlo fuera de contexto.
Otra de las razones que esgrimen estos grupos, que han sido declarados cismáticos, es que el Beato Papa Juan XXIII no era un papa ilegítimo, lo que, según su lógica, invalidaría el Concilio porque el Papa no tendría autoridad para convocarlo. Esta supuesta ilegitimidad de la elección de Juan XXIII conllevaría la ilegitimidad del Concilio Vaticano II, así como la ilegitimidad de la elección del Papa Pablo VI y de los obispos y cardenales nombrados y consagrados por dichos papas. Aún más, dado que los Papas siguientes fueron nombrados y consagrados por estos papas, se argumenta que ninguno de los Papas hasta el actual sería legítimo, lo que implicaría que sus enseñanzas y las del Concilio Vaticano II serían igualmente ilegítimas.
La Vida Litúrgica Postconciliar
Como persona que ha vivido la transición del Concilio Vaticano II, he podido experimentar tanto las Misas Pontificales como las Misas Concelebradas “modernas”. La pomposidad de las Misas Tridentinas era más expectante que participativa, y a menudo la duración de más de dos horas se debía a los cantos litúrgicos en latín, que muchas veces eran interpretados únicamente por el organista y un cantor, debido a la falta de voces educadas y privilegiadas.
Después del Concilio, las misas se volvieron más participativas, y entendemos mucho mejor las lecturas que son proclamadas en el idioma vernáculo (propio del lugar) donde se lleva a cabo la celebración. La participación de los fieles en el coro, con instrumentos más accesibles y tonadas fáciles de seguir, fomenta una participación comunitaria en la que todos formamos parte de la celebración litúrgica, dándole sentido a nuestra fe.
La participación de los laicos en la misión pastoral de la Iglesia es esperanzadora y llena de fe. Habiendo participado en Congresos Misioneros y Congresos Internacionales de Educación Religiosa, tanto en México como en Estados Unidos, he visto cómo niños, adolescentes y adultos son iniciados y formados en el trabajo apostólico. Esta experiencia ha sido muy enriquecedora. La Iglesia en movimiento alimenta, ilumina y nos entusiasma a vivir y proclamar el Evangelio en nuestra sociedad, lo que ha sido una experiencia de vida invaluable.
Los Congresos Eucarísticos locales y mundiales, los Congresos Internacionales de Jóvenes y los diversos movimientos de laicos demuestran que la Iglesia es una Iglesia viva, en movimiento, sembrando esperanza, entusiasmo y solidaridad en un mundo donde la sociedad laica va ganando terreno.
Nuestra Respuesta Personal a la Situación Actual de la Iglesia
Para apoyar y fortalecer nuestra fe y la de nuestra comunidad, debemos:
1. Orar por el Papa, obispos y sacerdotes que son tan brutalmente atacados a través de los medios de comunicación social.
2. Orar por las personas que buscan la fe a través de dichos medios de comunicación, para que no se dejen engañar y busquen aclaraciones válidas, fundamentadas en el Catecismo de la Iglesia Católica.
3. Orar por los enemigos de la Iglesia, legítimamente instituida por Jesucristo y los Apóstoles.
4. Estudiar y participar activamente en la vida de las comunidades locales.
Preguntas para la Reflexión Personal
1. ¿Cómo puedo contribuir personalmente a la unidad y fortaleza de mi comunidad de fe en tiempos de división y confusión?
2. ¿Qué pasos puedo tomar para profundizar mi comprensión del Catecismo de la Iglesia Católica y cómo puedo compartir ese conocimiento con otros?
3. ¿De qué manera puedo ser un testigo activo de la fe en mi entorno, especialmente frente a las críticas y ataques hacia la Iglesia?
4. ¿Cómo puedo fomentar un diálogo constructivo y respetuoso con aquellos que tienen opiniones diferentes sobre la Iglesia y su enseñanza?
5. ¿Qué prácticas espirituales puedo incorporar en mi vida diaria para fortalecer mi fe y la de aquellos que me rodean?
Que el Señor, quien ha prometido asistir a la Iglesia hasta el final de los tiempos, siga siendo nuestra guía, luz y fortaleza para vivir nuestra fe con fidelidad.
Fuentes del Artículo:
1. A Concise Guide to the Documents of Vatican II, St. Anthony Messenger Press, 2007
2. Catholic.net
3. Historia de la Iglesia Católica, Pedro García CMF
– Autor: Pedro García CMF
– Fuente: Parroquia del Corazón de María, San Salvador, El Salvador C. A
4. Los Concilios Ecuménicos (Especial)
– Autor: n/a
-Fuente: [www.mercaba.org](www.mercaba.org)
5. Así es el proceso de elección del papa, MELISSA SARTORE
-Autor: Melissa Sartore
– Fuente: No especificada


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